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Textos y fotos: Verónica Sáenz
SACERDOTES ANDINOS
La hoja de coca tiene una maravillosa historia milenaria que comienza cuando usted llega a la ciudad de Cusco. Ya sea en la casa más humilde o en los hoteles más modernos de la ciudad, la bienvenida llega con una taza de agua bien caliente y unas hojitas en su interior que tiñen el líquido de un verde amarillento. Es un mate de coca para aliviar el sorojche producido por la falta de oxígeno en la altura.
“Antes de la llegada de los españoles, nosotros teníamos nuestra propia religión, Dios no era el taytacha de la cruz sino la naturaleza. Ahora los hemos juntado, a la los cerros guardianes, al sol, a los rayos, a Jesús y la Santa Cruz.
Si desaparece la hoja de coca desaparece nuestra cultura.” – nos cuenta Jesús Q´anaq mientras caminando subimos, junto a sus aprendices ataviadas con la típica vestimenta del pueblo de Pisac, hacia Sacsayhuaman, la fortaleza Inca, donde nos predecirá en futuro leyéndonos la hoja de coca.
En la religión andina existen dos tipos de sacerdotes, los Pampamisayoq como Jesús Q´anaq y los Altomisayoc. Los dos tienen para los pobladores la misma importancia y merecen el mismo respeto, ya que la religión andina no tiene la estructura piramidal como la católica. La diferencia radica en el ámbito donde operan y en el tipo de problema a solucionar.
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Los Pampamisayoq realizan el oficio de adivinación del futuro por medio de las hojas de coca, la curación de dolencias mediante plantas medicinales del ande y el ritual de los despachos u ofrendas al espíritu de la madre tierra, la pachamama o al espíritu del cerro llamado apu más cercano a su comunidad, para tener buena cosecha y mantener sano el ganado. En cambio, los Altomisayoq sólo son consultados en casos excepcionales. Ellos además de realizar despachos y poseer poderes adivinatorios, tienen un ámbito geográfico mayor, puesto que pueden comunicarse con varios apus al mismo tiempo, pudiendo curar males causados por espíritus malignos.
Los layqa son aquellos que practican la magia negra, cuyos poderes provienen de un pacto con el demonio o con el rayo, pero su sabiduría jamás supera a la de los Altomisayoq. Es difícil reconocerlos, los tres se esconden bajo sus ponchos y chullos coloridos y guardan en secreto sus poderes.
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La cosmovisión del hombre andino se basa en tres estamentos, el Hanaqpacha o mundo superior, donde se encuentra Dios, la virgen, los santos y los espíritus de los muertos que hayan observado conducta ejemplar en la tierra. El kaypacha, este mundo terrenal, pertenece a los apus, a los espíritus malignos, al humano, a las plantas y seres inanimados. Por último, el Ukhupacha, el mundo interior habitado por pequeños hombrecillos que pueden ser destruidos por un terremoto o tormenta eléctrica, producidos cuando el habitante andino deja caer a la tierra por descuido el bolo de hojas de coca que suele chacchar o succionar, para extraer sus nutrientes, que los protegerán de la sed, el hambre y el cansancio al trabajar la tierra. Otros designan al mundo interior como morada del Supay o diablo.
Para la gente del Ande, así como los cerros tienen su espíritu, también lo tienen los astros o fenómenos naturales
La luna, llamada mama killa es un ser femenino, probablemente la esposa del sol e interviene en la fecundidad de las cosechas y los animales. El sol Inti, era en la antigüedad el Dios de la guerra, no interviene en los ritos contemporáneos. El chijchi, granizo, el rit´i, la nieve y la qhaqya el rayo, son tres hermanos terribles y malévolos que destruyen las cosechas, matan al ganado y al ser humano. Sin embargo, es por medio del rayo es que los apus confieren poderes adivinatorios a los Altomisayoc y Pampamisayoc, convirtiéndolos en paqos o adivinos.
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Los soq´a, son espíritus malignos que habitan en las antiguas tumbas. Los principales soq´a son, el machu que se presenta cuando la mujer es infiel al marido, embarazándola con una criatura deforme. La paya es la versión femenina del machu, pero solo posee a los hombres que duermen cercanos a las tumbas, causándoles una enfermedad purulenta en los genitales. El pujyu ataca a los niños produciéndoles enfermedades estomacales y el ñak´aq, degollador de hombres, ronda en los caminos para robarle al solitario el sebo que se encuentra en sus costillas. Este opera lanzando a la víctima polvos adormecedores y si, a los cinco días de malestar la víctima no descubre al ñak´aq, no hay Altomisayoc que lo salve de la muerte.
Jesús Qanaq, luego de solicitar permiso al apu Ausangate, uno de los 12 que rodean a Cusco y de brindar con aguardiente y rociar a la pachamama, saca de su chuspa, típico bolso tejido con lana de llama, un puñado de hojas de coca y las lanza sobre su manta.
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“Regresarás a vivir a Cusco y contarás nuestra historia a los vientos, para que los hombres de otras culturas conozcan nuestras costumbres y éstas no se pierdan en los tiempos modernos”- finaliza Jesús, paqo y Pampamisayoc reconocido por sus dotes adivinatorias, luego de una larga y fría mañana donde el sol apenas nos entibia el rostro.
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Galería
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DIARIO EL MUNDO PERÚ
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